La artista visual rusa Anastasia Savinova
Se fija en las casas y en las edificaciones abandonadas de los lugares que visita. Cualquier edificio es susceptible de captar su atención: ya sea por ser muy típico de la zona y ofrecer patrones repetitivos o por lo contrario, por ser algo tan raro e inusual que la sorprenda.
Otras veces atrae su atención el implacable paso del tiempo sobre ellos. Pero todos deben cumplir una única condición: «Necesito sentir algo por el edificio. A veces es difícil saber qué es exactamente. Normalmente es una elección muy espontánea».
Lo primero que hace cuando llega a un nuevo lugar es empaparse de él, recorrerlo, respirarlo… Es entonces cuando empieza a tomar fotos, cientos de fotos. De los edificios en general o de pequeños detalles, del paisaje que los rodea y si hay animales (o de ambos)…
Después, cuando regresa a casa al final del viaje, contempla todas aquellas fotos y reconstruye en su mente la imagen que se hizo de aquellos lugares, de lo que sintió al verlos, cuando estuvo allí.
«Cómo me hacía sentir ese lugar, qué es lo relevante para poder describir al espectador ese lugar, qué atmósfera se respiraba, qué detalles son los que pueden servir para contar una buena historia… ¿Qué había de sorprendente en ese lugar, cuál era su esencia? ¿Había magia?… Después, solo recorto y pego un montón». Así describe el modo en el que realiza sus collages.
El resultado, un proyecto artístico al que ha bautizado como Genius Loci, son unos edificios con una mezcla de magia y nostalgia que atrapan la mirada y que invitan a recorrer sus estancias, escondidas a la vista. Quizá también de cierta tristeza y decadencia, aunque ella no está de acuerdo con esto último.
«Yo diría que solo de magia y melancolía», se defiende la artista rusa. «Ya sabes, de ese tipo de melancolía que llega ser un poco divertida, en la que uno siente la ligereza del ser y sonríe porque no se trata de decadencia y muerte, sino principalmente de la imperdurabilidad de todas las cosas. Y cuando aceptamos esta imperdurabilidad, muchas cosas se vuelven más fáciles. «Hay una estación para todo»».
«¿Sabes?, a menudo escucho decir a la gente que al ver estos trabajos se sienten felices, así que no creo que haya tristeza».
No hay humanos a la vista en sus casas fantásticas. «Mis edificios son habitantes por sí mismos, ellos habitan el lugar», explica Savinova.
«Están hechos por humanos, así que los humanos ya están embebidos en ellos. No siento la necesidad de tener presencia humana directa en mi trabajo. Además, muchos de los edificios con los que trabajo están abandonados, por lo que solo tienen un recuerdo de una presencia humana».
Arquitectura y paisaje son los dos componentes visuales que definen la imagen integral de un lugar, de una ciudad, de un país. En especial la primera, ya que habla sobre «la espontaneidad y organización, el caos o la esterilidad, las reglas y la libertad, lo viejo y lo nuevo, lo querido y lo olvidado…», detalla la artista rusa.
«La arquitectura y las personas coexisten, son inseparables de alguna manera, así que esas interacciones que pueden verse son las que hablan del carácter de esas personas. Uno puede mirar a través de las ventanas y los balcones, y por la forma en que la gente posiciona las cosas puede entenderse un poco más cómo son esas personas. Lo que muestran y lo que esconden, cuáles son sus colores y estados de ánimo».
Afirma no estar influenciada por ningún artista, aunque sí siente admiración por el trabajo del pintor de iconos Andrey Rublev. Su inspiración reside en sus viajes, los nuevos lugares que conoce, formas y luces que ve. «Creo que cada uno de nosotros tiene muchos mundos dentro, muchos paisajes, y esos nuevos lugares que vemos en la vida real también desencadenan y despiertan nuestros recuerdos de estos lugares interiores».
Afirma no estar influenciada por ningún artista, aunque sí siente admiración por el trabajo del pintor de iconos Andrey Rublev. Su inspiración reside en sus viajes, los nuevos lugares que conoce, formas y luces que ve. «Creo que cada uno de nosotros tiene muchos mundos dentro, muchos paisajes, y esos nuevos lugares que vemos en la vida real también desencadenan y despiertan nuestros recuerdos de estos lugares interiores».
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